Por qué necesitas aburrirte para ser creativo
Vivimos en una época en la que estar ocupada parece ser sinónimo de ser productiva. Nos llenamos de tareas, notificaciones, podcasts, vídeos, listas de cosas por hacer… y cuando tenemos un momento libre, lo rellenamos. Pero… ¿y si el aburrimiento no fuera algo negativo? ¿Y si, en realidad, aburrirse fuese una herramienta fundamental para nuestra creatividad?
El aburrimiento como punto de partida
Durante mucho tiempo, el aburrimiento ha tenido mala fama. Nos incomoda, nos frustra, incluso puede generarnos ansiedad. Pero en realidad, cuando estamos aburridos, nuestro cerebro entra en un estado de “reposo activo”, una especie de modo automático en el que, aunque no estemos concentrados en nada en concreto, ocurren cosas muy interesantes a nivel neuronal.
Es precisamente en esos momentos de “nada” donde pueden surgir las mejores ideas. ¿Te ha pasado alguna vez que te llegó una solución brillante mientras te duchabas, dabas un paseo o mirabas por la ventana sin pensar en nada? Eso es porque, cuando no estamos distraídos por estímulos constantes, nuestro cerebro tiene el espacio para conectar ideas de forma inesperada.
Lo dice la ciencia
Estudios recientes han demostrado que el aburrimiento puede aumentar la creatividad. En una investigación llevada a cabo por Mann y Cadman (2014), se pidió a un grupo de personas que realizara una tarea repetitiva y aburrida (como copiar números de una guía telefónica), y luego se les planteó un reto creativo. ¿Resultado? Aquellos que se habían aburrido previamente ofrecieron respuestas más originales y creativas que el grupo de control.
Pero no es el único estudio que lo confirma. En otra investigación, Bench y Lench (2013) concluyeron que el aburrimiento cumple una función adaptativa: nos impulsa a buscar experiencias más satisfactorias, como actividades creativas, que nos ayuden a salir de ese estado de bajo estímulo.
Por su parte, Danckert y Eastwood (2020) han estudiado el aburrimiento desde una perspectiva neurocognitiva y lo definen como una señal de que estamos desconectados de nuestro entorno. Esa desconexión, paradójicamente, puede ser el catalizador para reconectar de forma interna, generando nuevas ideas, reflexiones o proyectos.
Además, estudios sobre la Red Neuronal por Defecto (Default Mode Network) han revelado que esta red cerebral —que se activa cuando no estamos enfocados en ninguna tarea concreta— se relaciona con la imaginación, la proyección futura y la resolución de problemas (Smallwood & Schooler, 2015; Andrews-Hanna et al., 2014).
Más recientemente, Westgate y Wilson (2021) publicaron un artículo en Trends in Cognitive Sciences donde describen el aburrimiento como un estado cognitivo que orienta a las personas hacia actividades más significativas, funcionando como un “mecanismo motivacional”. Según los autores, este impulso a buscar sentido puede ser un motor creativo en contextos donde las opciones no están claramente definidas.
En otro estudio de Tam, van Tilburg y Igou (2021), se observó que el aburrimiento no solo impulsa la creatividad, sino también la innovación ética, es decir, la capacidad de imaginar soluciones socialmente útiles ante contextos insatisfactorios. Esto refuerza la idea de que la falta de estímulo puede conducir a formas elevadas de pensamiento reflexivo y original.
Además, un trabajo reciente de Gasper et al. (2022) publicado en Psychology of Aesthetics, Creativity, and the Arts evidenció que el aburrimiento facilita la asociación remota de ideas, un componente esencial del pensamiento divergente, que es uno de los pilares de la creatividad.
Desde la neurociencia, sigue ganando peso la investigación sobre la red neuronal por defecto. Un meta-análisis de Vatansever et al. (2020) reafirma que esta red se activa en estados de reposo mental y está asociada a procesos como la introspección, la simulación de futuros hipotéticos y la resolución creativa de problemas.
En resumen, aburrirse no solo no es un problema, sino que puede ser el trampolín hacia la creatividad si sabemos gestionarlo y no lo bloqueamos con estímulos inmediatos.
¿Por qué huimos del aburrimiento?
Huimos del aburrimiento porque hemos aprendido, casi sin darnos cuenta, a temerlo. Desde pequeños se nos ha enseñado que estar “sin hacer nada” es perder el tiempo, ser vagos o improductivos. En una sociedad que valora la eficiencia, la rapidez y el rendimiento constante, el aburrimiento parece un enemigo. Esta visión no solo es cultural, sino también profundamente emocional.
El aburrimiento genera incomodidad psicológica. Cuando nos aburrimos, perdemos el foco externo y entramos en contacto con nuestros pensamientos internos. Y no siempre nos gusta lo que encontramos. La falta de distracción puede sacar a la superficie emociones que normalmente evitamos: tristeza, ansiedad, vacío, inquietud… Es por eso que, muchas veces, lo primero que hacemos al sentirnos aburridas es agarrar el móvil, poner música o buscar cualquier cosa que nos saque de ese “no saber qué hacer”.
A nivel neurobiológico, huimos del aburrimiento porque activa redes relacionadas con la baja recompensa. En otras palabras, el cerebro lo interpreta como un estado de poco estímulo y satisfacción. Como respuesta, genera una señal de “búsqueda”: busca algo más interesante, más estimulante, más placentero. El problema es que, con los dispositivos actuales, esa búsqueda se convierte en una sobreestimulación constante que no deja espacio para el procesamiento profundo ni la creatividad.
Además, vivimos inmersos en una economía de la atención. Las redes sociales, las plataformas de vídeo, las aplicaciones, todo compite por captar y mantener nuestra atención el mayor tiempo posible. Esto entrena al cerebro a necesitar picos constantes de dopamina, lo que hace que incluso unos minutos de inactividad se perciban como insoportables. Es lo que algunos autores llaman “analfabetismo del aburrimiento”: ya no sabemos estar con nosotros mismos sin estímulos.
Por otro lado, también hay un factor de presión social: estar ocupado se ha convertido en una especie de estatus. Decir “no tengo tiempo” o “estoy a tope” parece ser sinónimo de valor, éxito o importancia. En este contexto, el aburrimiento se percibe como falta de propósito o de ambición, cuando en realidad puede ser un espacio fértil para la reflexión, la introspección y la renovación mental.
Entender por qué huimos del aburrimiento es el primer paso para reconciliarnos con él. Si lo vemos como una señal útil y no como una amenaza, podremos empezar a crear espacios intencionados de pausa, donde el silencio y la “nada” dejen de dar miedo y empiecen a ser vistos como aliados.
Cómo invitar al aburrimiento (sin morir en el intento)
Aquí te dejo algunas formas sencillas de incorporar momentos de “aburrimiento productivo” a tu vida diaria:
•Deja el móvil en otra habitación durante al menos 15-20 minutos al día y simplemente observa, camina, dibuja garabatos o mira por la ventana.
•Haz tareas repetitivas sin estímulo externo (sin música ni podcast): fregar, doblar ropa, barrer.
•Tómate “micro pausas” de 5 minutos entre tareas para no hacer absolutamente nada.
• Pasea sin rumbo ni propósito más allá de observar o pensar.
No es perder el tiempo. Es sembrarlo.
Darle espacio al aburrimiento no es una pérdida de tiempo. Es darle a tu cerebro la oportunidad de hacer su magia: conectar, imaginar, crear. Así que la próxima vez que te sorprendas en medio de un “qué rollo, no sé qué hacer”, recuerda: quizás ahí esté naciendo tu próxima gran idea.
Referencias
• Gasper, K., Bryan, J. L., & Le, A. L. (2022). Boredom increases creativity by promoting associative thought. Psychology of Aesthetics, Creativity, and the Arts, 16(1), 52–63. https://doi.org/10.1037/aca0000379
• Mann, S., & Cadman, R. (2014). Does being bored make us more creative? Creativity Research Journal, 26(2), 165–173. https://doi.org/10.1080/10400419.2014.901073
• Tam, K. Y. Y., van Tilburg, W. A. P., & Igou, E. R. (2021). Boredom begets creativity: A motivational perspective. The Journal of Creative Behavior, 55(2), 490–500. https://doi.org/10.1002/jocb.456
• Vatansever, D., Menon, D. K., & Stamatakis, E. A. (2020). Default mode contributions to automated information processing. Proceedings of the National Academy of Sciences, 117(42), 26409–26417. https://doi.org/10.1073/pnas.2007998117
• Westgate, E. C., & Wilson, T. D. (2021). Boring but important: A self-regulatory theory of boredom. Trends in Cognitive Sciences, 25(9), 791–803. https://doi.org/10.1016/j.tics.2021.06.005
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