No es dejar de comer, es aprender a pausar. El ayuno consciente como herramienta para ganar claridad mental, longevidad y equilibrio
El ayuno no es una moda. Tampoco es una dieta milagro ni un castigo al cuerpo. Es, en realidad, una práctica profundamente humana y biológica. A lo largo de la historia, el ser humano ha ayunado de forma natural: por necesidad, por falta de recursos o como parte de rituales y costumbres. Hoy, en un mundo donde comemos en exceso y a todas horas, recuperar el ayuno puede ser una herramienta de salud poderosa y transformadora.
Este artículo no pretende imponerte reglas, sino ayudarte a entender qué ocurre en tu cuerpo cuando dejas de comer durante unas horas. Porque solo desde la comprensión nace el cambio sostenible.
Comemos demasiado, y lo hacemos sin darnos cuenta
Vivimos en una época de sobreabundancia. La comida está disponible las 24 horas del día, y hemos normalizado ingerir algo desde que nos levantamos hasta poco antes de dormir. Desayunamos, picamos entre horas, comemos, merendamos, cenamos… Y a veces incluso tomamos algo más “ligerito” antes de acostarnos.
Pero este patrón de alimentación constante no es inocuo. Comer de forma continua tiene un impacto profundo en nuestra salud metabólica, hormonal y neurológica. Obliga al cuerpo a estar siempre digiriendo, siempre procesando, sin tiempo para descansar, limpiar, reparar.
Esta sobrecarga alimentaria se ha vinculado a trastornos muy comunes hoy en día: resistencia a la insulina, inflamación crónica, alteraciones del estado de ánimo, trastornos digestivos, obesidad, y una desconexión total de nuestras verdaderas señales de hambre y saciedad. Además, comer de noche —algo habitual en muchas personas— desajusta nuestros ritmos circadianos, interfiriendo en el sueño, la regeneración celular y el equilibrio hormonal.
Comer no es un problema. El problema es no parar nunca de hacerlo.
Por qué nuestro cuerpo está diseñado para ayunar
Desde una perspectiva evolutiva, nuestro organismo está preparado para alternar periodos de alimentación con periodos de ayuno. Los humanos primitivos no desayunaban al levantarse ni hacían cinco comidas al día. Cazaban, recolectaban, caminaban durante horas, y comían cuando encontraban alimento. Esa incertidumbre energética moldeó nuestra biología.
Durante esos momentos sin comida, el cuerpo aprendió a adaptarse: a utilizar la grasa como fuente de energía, a reparar células dañadas, a ahorrar recursos y a optimizar funciones cerebrales. Nada de eso ocurre cuando estamos constantemente alimentándonos. El ayuno es, en realidad, un estado natural y necesario para equilibrar la otra cara del ciclo: la alimentación.
Qué ocurre en tu cuerpo cuando ayunas
Cuando dejas de comer durante varias horas, el cuerpo comienza a realizar ajustes internos. Primero utiliza la glucosa que queda circulando en sangre. Luego, recurre al glucógeno almacenado en el hígado. Y cuando estas reservas se agotan (alrededor de las 12-16 horas), entra en un modo diferente: comienza a quemar grasa como fuente principal de energía. Aquí es cuando se produce la cetosis.
La cetosis es un estado en el que el hígado transforma la grasa en moléculas llamadas cuerpos cetónicos. Estas moléculas, como el beta-hidroxibutirato, sirven como combustible eficiente para el cerebro y los músculos. Además de ofrecer energía, tienen propiedades antiinflamatorias, antioxidantes y neuroprotectoras. En términos simples: ayudan a proteger tu cuerpo del daño, a reducir el envejecimiento celular y a mejorar la claridad mental.
Beneficios reales del ayuno (y qué significan realmente)
Protección cerebral y claridad mental
Durante el ayuno, el cuerpo empieza a utilizar cuerpos cetónicos como fuente principal de energía en lugar de glucosa. Esta transición no solo cambia el tipo de energía que usamos, sino que también mejora su estabilidad. A diferencia de la glucosa, que tiende a subir y bajar rápidamente (especialmente tras comidas ricas en azúcares), los cuerpos cetónicos proporcionan una fuente más constante y limpia de energía. Esto evita los picos de euforia seguidos de caídas de energía o “bajones”, que muchas personas experimentan tras comer. El resultado: una mente más despierta, enfocada y sin la sensación de “niebla mental”.
Además, el ayuno estimula la producción de una proteína fundamental para la salud cerebral: el BDNF, o factor neurotrófico derivado del cerebro. Esta proteína es esencial para el desarrollo de nuevas neuronas, la plasticidad cerebral (es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse y aprender), y la protección frente al daño oxidativo y el envejecimiento celular.
A largo plazo, una mayor expresión de BDNF está asociada con una mejor memoria, mayor capacidad de aprendizaje y una menor probabilidad de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. También influye en la prevención del Parkinson, la esclerosis múltiple, y otros tipos de deterioro cognitivo que afectan el lenguaje, la atención o el movimiento.
Solemos pensar que estas enfermedades son solo cuestión de genética, pero en realidad la genética es solo una parte. Nuestro estilo de vida —alimentación, ejercicio, gestión emocional, descanso— también juega un papel crucial. El ayuno es una herramienta concreta para actuar sobre esa parte que sí podemos controlar.
Activación de la autofagia
La autofagia es un sistema interno de reciclaje y limpieza celular. Durante el ayuno, las células eliminan componentes dañados, reciclando partes viejas para generar energía o formar nuevas estructuras.
Esta limpieza profunda ayuda a:
• Prevenir el envejecimiento prematuro eliminando residuos celulares acumulados.
• Reducir el riesgo de cáncer al evitar que se acumulen células dañadas que podrían proliferar sin control.
• Mantener los tejidos en buen estado, mejorando la salud de órganos, piel, articulaciones y fortaleciendo el sistema inmunológico.
Mejora de la sensibilidad a la insulina
La insulina es la hormona que permite que la glucosa entre en las células para ser utilizada como energía. Comer constantemente mantiene la insulina alta y favorece la resistencia celular a ella. El ayuno intermitente permite bajar esos niveles, restaurar la sensibilidad y prevenir condiciones como diabetes tipo 2, obesidad abdominal y enfermedad cardiovascular.
Optimización de la energía física y mental
El ayuno bien gestionado enseña al cuerpo a usar su propia grasa como combustible. Esto significa energía más constante, menos altibajos de ánimo y un mejor rendimiento tanto físico como mental.
Cómo empezar: tipos de ayuno y recomendaciones básicas
No todos los ayunos son iguales ni se adaptan de la misma forma a todas las personas:
• Ayuno intermitente (16/8, 14/10): Común y fácil de integrar en la vida diaria.
• Ayuno circadiano: Comer solo en la primera mitad del día, respetando el reloj interno.
• Ayuno prolongado: Más de 24h. Requiere supervisión y planificación cuidadosa.
Durante el ayuno sí se puede consumir:
Agua, infusiones naturales, café solo (en protocolos que lo permitan).
-Lo que se debe evitar:
Zumos, refrescos, alimentos sólidos, edulcorantes.
-Cómo romper el ayuno:
Idealmente con alimentos ligeros y nutritivos: verduras cocinadas, caldos, algo de proteína. Evitar azúcares o comidas muy pesadas para no impactar bruscamente el metabolismo.
Comer menos veces, vivir mejor
Comer con consciencia no significa comer menos por obligación, sino comer mejor y dar espacio al cuerpo para regenerarse. Vivimos anestesiados, desconectados de nuestras señales reales de hambre y saciedad, esclavizados por hábitos modernos que afectan a nuestra salud física, emocional y cognitiva.
Romper este ciclo no solo mejora tu cuerpo. Mejora tu vida.
Ayuno en diferentes culturas: una sabiduría ancestral
Japón, China, Grecia…Diversas culturas han integrado el ayuno como parte de su tradición de salud y sabiduría.
-En Okinawa (Japón), el principio del “hara hachi bu” —comer hasta estar un 80% lleno— se relaciona con su fama de longevidad excepcional.
-En China, los monjes taoístas y budistas practicaban ayunos regulares para purificar cuerpo y mente.
-En la antigua Grecia, Hipócrates recomendaba el ayuno para fortalecer el cuerpo y acelerar los procesos de curación.
Todas estas tradiciones convergen en una misma sabiduría: el cuerpo necesita pausas para sanarse y renovarse.
¿Quieres probarlo de forma segura?
Puedes empezar de manera suave, retrasando tu desayuno o adelantando tu cena. Observa cómo responde tu cuerpo. Y recuerda: cada persona es única.
En mi taller nutricional y en el programa EvolveMind (www.ecosocial.es/servicios), te enseño a integrar el ayuno de manera segura, adaptada y efectiva, combinándolo con descanso, movimiento, neurociencia y propósito vital.
El ayuno no es restricción. Es reconexión.
Referencias bibliográficas:
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• Hoddy, K.K. et al. (2020). Time-restricted eating: A promising intervention for metabolic health. Nutrition Reviews.
• Jamshed, H. et al. (2020). Early Time-Restricted Feeding Improves 24-Hour Glucose Levels. Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism.
• Mattson, M.P. et al. (2022). Intermittent Metabolic Switching and Neuroplasticity. Nature Reviews Neuroscience.
• Newman, J.C. & Verdin, E. (2020). Ketone Bodies in Brain Disease: From Neuronal Energetics to Therapeutic Strategies. Trends in Endocrinology & Metabolism.
• Onken, B. & Driscoll, M. (2021). Autophagy and Aging: Lessons from Invertebrate Model Systems. Journal of Gerontology.
• Willcox, D.C., Willcox, B.J., & Suzuki, M. (2009). The Okinawa Program: How the World’s Longest-Lived People Achieve Everlasting Health. Clarkson Potter.
• Chang, K.C. (1977). Food in Chinese Culture: Anthropological and Historical Perspectives. Yale University Press.
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